viernes, 20 de julio de 2012

LA ORDEN DEL SSMO.SALVADOR DE STA. BRIGIDA

En las fotos podemos ver el mosaico de la santa nòrdica con la mìstica senense Catalina(abajo), expuestas en el salon episcopal catòlico de Belgrado, (arriba)y una vista de 1997, del monasterio de Vadstena(Suecia), y las cigùeñas de Castilla en las alturas del monasterio de Parades de Nava

SANTA BRIGIDA DE SUECIA Y LA ORDEN DEL SANTISIMO SALVADOR


Brígida nace en el castillo de Finsta (Suecia), el año 1303, cerca de Uppsala, era la mayor de los hijos de Birger Person.Birger Person era una de las personas más poderosas de Suecia, miembro del Consejo Real y ministro de gobierno, bajo su guía se llevo a feliz término la nueva redacción de la ley de Uppland, apreciada tanto por su competencia en el campo jurídico, cuanto por su gran dominio del lenguaje. Su madre Ingeborg Bengssydoter dama distinguida y emparentada con la dinastía reinante de los Fonkunt. Pero fallece cuando Brígida tenía once años, deja dos hijas: Brígida y su hermana más pequeña, Catalina.

Siguiendo la costumbre de aquellos tiempos, su padre, a los quince años, la da en matrimonio a un joven noble, cristino y sabio, llamado Ulf; no eran sus ideas las de contraer matrimonio, pero ante los deseos de su padre obedeció.

Tuvo que ir a vivir al castillo de Ulfasa, donde se encontró con una vida bastante regalada y lujosa y con mucha responsabilidad para organizar y mandar en aquellas costumbres cortesanas.

Eran tiempos difíciles en la historia de Suecia. Su esposo pronto comprendió los valores con que estaba colmada su joven esposa, su carácter y fortaleza de ánimo para estar siempre al lado de su esposo y orientarlo en los momentos duros.

Su austeridad y mortificación contrastaban con la riqueza y ostentación que reinaba en la nobleza de Uppsala. Llamaba la atención la amabilidad y dulzura con que trataba a sus huéspedes y a la servidumbre.

Cuando el esposo le ascendieron a Consejero del Reino, Brígida, tuvo que hacerse cargo del gobierno de la Provincia y hubo de estudiar a fondo las leyes suecas y romanas. A ello le ayudó mucho la lengua latina que había aprendido de jovencita.Con todo, Brígida no abandonó su vida de austeridad y entrega a las cosas divinas.

Brígida se había casado por obedecer a su padre y había comenzado una nueva vida de responsabilidad en la obediencia. Para ella “la obediencia era un deber que venía de Dios”. Fue el hilo conductor de toda la vida de esta gran mujer. Su matrimonio fue feliz y lleno de armonía, bendijo el Señor este hogar con el nacimiento de ocho hijos, cuatro niños y cuatro niñas que llenaban el castillo con sus risas y algarabía infantiles, dos murieron de corta edad.

El rey de Suecia y Noruega, Magno II, le pidió a Brígida que actuara como principal Dama de honor, pues esperaba la llegada de su prometida, la hija del conde de Flandes.


Quería el rey una persona de gran integridad, inteligente y adornada con las cualidades de una señora, esposa, madre y dueña del hogar. Esta mujer era Brígida, que además estaba emparentada con la familia del rey. Gozaba de la admiración y respeto de todos los cortesanos. Su ayuda iba a ser incalculable para una joven reina, casi una niña, que venía de un país extranjero. Así el otoño de 1335 se trasladó al castillo de Bahus en Estocolmo.
Santa Brígida peregrina


El siglo XIV fue pródigo en peregrinaciones para muchos nobles. En el verano de 1341, los esposos Ulf y Brígida hicieron el voto de ir en peregrinación a Santiago de Compostela. Se retiraron de sus deberes públicos y los dos esposos decidieron dedicarse únicamente a Dios, al alma y a la eternidad.Para entonces Brígida se había entregado intensamente a la lectura y estudio de la Palabra de Dios.

Veremos que la fuente de sabiduría iban a ser las Sagradas Escrituras. Tanto amó a la Biblia que la consideraba como un octavo –sacramento-”La predicación de la Palabra de Dios”. Iniciaron su peregrinación a Santiago de Compostela a comienzos del verano de 1341. Tal fue el impacto que les produjo esta peregrinación que, a su regreso, los dos esposos se pusieron de acuerdo para ingresar en una Orden religiosa y dedicarse a la vida de la contemplación, oración y sacrificio.

Para entonces la salud de Ulf se había resentido mucho y en febrero de 1343 murió en el monasterio de Alvastra (Suecia), en la Orden del Císter. Brígida una vez viuda, obtuvo del Señor unas maravillosas experiencias místicas. De nuevo la obediencia a Dios la hacían caminar por senderos desconocidos; la fundación de una nueva Orden religiosa. Con la ayuda de los Padres de Císter redactó una primera regla, hacia los años 1347 al 1349. Serán enteramente contemplativas, con ansias de renovación, reparación y un gran amor a la Iglesia.Para ello, los reyes le hicieron una donación de ciertos terrenos, propiedad real, en Vadstena (Suecia), junto al lago Veter.

Brígida buscaba ahora apoderarse del ardor de la abnegación y de la disciplina severa monacal. Es como si el deseo de toda una vida se hubiese finalmente realizado al sentarse en la sombra de los austeros ladrillos del monasterio. Distribuyó entre sus hijos y los pobres su cuantiosa fortuna, se libró de los lazos del mundo y siguió pobre a Cristo. Para sí conservó un mísero vestido y los medios más simples de sustento.

En agosto de 1349, el papa Clemente VI publica una Bula anunciando el Jubileo de 1350 y llamando los fieles a Roma.Brígida, por inspiración divina debía ir a Roma a ganar el Jubileo. Mucho le costo dejar Suecia, su patria querida y mas todavía dejar a sus hijos queridos, su hogar y su castillo. Parte por fin a Roma en otoño de 1349, acompañada de sus confesores y peregrinos suecos. Precisamente durante su estancia en Roma es cuando Brígida siente más dolorosamente la ausencia del Papa residente en Aviñón.

Hacía 40 años que el Papa había abandonado la ciudad de Roma y residía en Aviñón. Los Estados de la Iglesia en Roma estaban completamente abandonados. Crecían toda clase de abrojos sin que la mano cariñosa limpiase y adecentase estos lugares. La ciudad estaba dividida entre querellas y batallas sanguinarias. La peste diezmaba las familias.


Desde entonces el drama de la Iglesia de su tiempo va a ser la obsesión constante de su vida y de su trabajo. Trabajó lo indecible bajo la inspiración divina por la vuelta del Papa a Roma, sus avisos, las cartas enviadas al papa residente en Aviñón no dieron los resultados deseados. Brígida multiplicó sus austeridades, oraciones y penitencias hasta el extremo.
Al fin, Brígida pudo establecerse cerca de “Campo dei Fiori”. Allí vivió casi 25 años de su vida y allí murió. Hoy conocemos esta casa bien conservada, como la casa de Santa Brígida, dedicada a las obras de ecumenismo y hacer de puente entre los Países Escandinavos y la Capital de la Cristiandad. En este lugar, relicario sagrado para las hijas de la Santa es donde recibió las más valiosas experiencias místicas y luces divinas que fue escribiendo para la posteridad. Entre ellas son dignas de mención los “Discursos Angélicos”, que escribió en honor de la Vírgen María, reconocidos unánimemente como obra maestra de la literatura del siglo XIV.

Una de las más amplias revelaciones que Brígida recibió en Roma se refiere a la fundación de una nueva Orden, de sus monasterios, en el que la vida debe transcurrir según la nueva regla que el mismo Cristo le dictó.


En el primer capítulo dice así: “Quiero instituir esta Orden en honor de mi amadísima Madre, te expondré enteramente con mis palabras su institución y sus Estatutos”.En los treinta capítulos que siguen se describen: La vida en los monasterios, su organización, el modo de recibir a las monjas, cómo Brígida recibió la Regla y cómo ésta debe de ser aprobada por el papa.

El fundamento de la vida en el monasterio es la exigencia general para toda VIDA MONÁSTICA CRISTIANA: Verdadera humildad, pura castidad y pobreza voluntaria. Cuando las monjas no están ocupadas en los oficios sacros o en el estudio o la lectura espiritual, deben trabajar con sus manos para cubrir los gastos del monasterio y para socorrer a los pobres e indigentes. Todos los años harán el cómputo de los gastos y lo que sobra lo repartirán entre los más necesitados del lugar. Vivan en suma pobreza y no acumulen dinero ni cosas superfluas.

El silencio debe reinar en el monasterio, reservándose dos tiempos de recreación después de la comida y después de cenar.Los ayunos, mortificaciones y penitencias según mande la Santa Madre Iglesia, con todo, deben se efectuados con sabiduría, prudencia y moderación, de manera que el cuerpo esté dispuesto siempre para atender a los oficios corporales con fervor y puedan vivir entre los trabajos del monasterio con sana alegría.


El hábito monacal será el tradicional en cada época y lugar donde está enclavado el monasterio.Con permiso de la Madre Abadesa cada monja tendrá lo necesario para su uso personal. Procure cada una no extralimitarse y tener solamente lo necesario, utilizarlo con sencillez de espíritu, mortificación y austeridad.


Después de esta gran revelación sobre la Regla de la Orden, Brígida recibió muchas otras visiones menores y complementarias referentes a la vida práctica y espiritual de las Ciudades.

Nuevamente el Señor le demuestra a Brígida que debe peregrinar a TIERRA SANTA. Este viaje supuso a la Santa grandes sacrificios. Tenía entonces cerca de 70 años. El viaje por mar fue agotador. Su estancia en Tierra Santa reanimó su espíritu.
Ella nos cuenta sus impresiones y experiencias místicas recibidas en este santo recorrido con una precisión incorporable: Jerusalén, Monte de los Olivos, Vía Dolorosa, Santo Sepulcro, Belén, Nazaret, Cafarnaúm, Lago de Tiberíades. Fueron cuatro meses de intimidad creciente con Cristo, Dios y Hombre; doliente y crucificado. El alma de Brígida se encontraba ya saturada de devoción y amor a la Pasión de Cristo.

Sus escritos hablan de estas etapas y en su nueva Orden implantó este carisma sobre la Pasión de Cristo. Para entonces se encontraba agotada físicamente y con síntomas de una grave enfermedad, de la que nunca pudo recuperarse. Sabía que su gran misión llegaba a su fin.

De regreso a Roma continuó en lo posible con su vida de penitencia, visita a los hospitales. Sus últimos meses fueron de una entrega total en las manos de Dios. Cinco días antes de su muerte se le apareció el Señor ante el altar de su aposento y con rostro radiante le dice: “Prepárate, porque lo que te he prometido se va a realizar pronto. Te vestiré de monja ante este altar. Serás conocida en el mundo como fundadora del Monasterio de Vadstena (Suecia) y de la Orden del Santísimo Salvador. Morirás aquí en Roma, y tu cuerpo permanecerá aquí hasta que esté preparado un lugar en tu propio país”.Así ocurrió. Era una clara mañana veraniega, el día 23 de Julio de 1373, cuando llegó el momento tan ansiado por ella. Susurrando con el Salmista: “Señor, en tus manos encomiendo mi espíritu”, entregaba su alma al Señor.

En diciembre del mismo año fueron trasladados sus restos a Suecia. Brígida fue canonizada el 7 de Octubre de 1391 por el papa Bonifacio IX, a los 18 años de su muerte. El monasterio madre de Vadstena lo llevo a cabo su hija Santa Catalina de Suecia en 1384.


Expansión de la Orden


La Orden del Santísimo Salvador y Santa Brígida se extendió rápidamente por toda Europa. Su espíritu y su celo apostólico contribuyeron poderosamente a potenciar los lazos de unión en diversas naciones.

Su actividad en el campo cultural fue muy grande a finales de la Edad Media. Muchos brigidinos fueron obispos, profesores de las universidades, como el gran teólogo Ricardo Reynols, martirizado por Enrique VIII y canonizado por Pablo VI, el 25 de Octubre de 1970. Ellos tradujeron la Biblia a la lengua de los Países Escandinavos y fueron los monjes de Vadstena los que tuvieron la primera imprenta en Suecia.

Con la implantación de la Reforma Protestante desaparecieron casi en su totalidad, tanto los de varones como los de monjas. Fue un período en que la Orden alcanzó gran número de mártires y santos.

Los varones habitaban en clausura aparte de las mujeres, y el superior llamado Confesor General era el Prior de los monjes, todos ellos subordinados a la Abadesa, ya que ella hacía las veces de Vírgen María de la Iglesia naciente, desde Pascua a Pentecostés, y por lo tanto –según Brígida- era su cabeza visible. Esta es la peculiaridad de la Orden, la preeminencia de la Abadesa en monasterios dobles, donde hasta entonces la tenía el Abad. Los últimos monjes varones se extinguieron luego de 1789.

Hoy la Orden del Santísimo Salvador cuenta con tres ramas. Los monasterios que sobrevivieron a las calamidades de la guerra de los Treinta Años y a la Revolución Francesa constituyen la rama monástica más primitiva, a los que se añade el único monasterio masculino de Oregón, <sui iuris>,con personería jurídica canónica de <asociación privada de fieles >fundado en la segunda mitad del siglo XX. Son monasterios autónomos sin vinculación jurídica común. Ya no son dobles sino sólo de mujeres o varones. En el elenco son los que están situados en Suecia, Inglaterra, Holanda y Alemania. Cada uno de ellos con un historial lleno de vicisitudes, zozobras y resurgimiento. Los de España y Méjico deben su origen a la Venerable Marina de Escobar, mística vallisoletana del siglo XVII, comunidades que viven el carisma de Santa Brígida con peculiares matices que caracterizan a la segunda rama, llamada “española”.

Los monasterios de España están federados, las constituciones de los últimos fueron renovadas y acomodadas al nuevo derecho con vigencia definitiva por aprobación pontificia del 25 de Febrero de 1988. La federación de los mismos comenzó en 1959 conforme a la constitución apostólica <Sponsa Christi > de Pío XII.

Las primeras constituciones de estos monasterios, exclusivamente femeninos, son del año 1628 según la aprobación de Urbano VIII y la fundación del monasterio madre de Valladolid por el rey Felipe IV en 1637. Bajo las losas de la iglesia monástica descansan los restos de la Madre Marina.


A Valladolid le siguieron Vitoria, Méjico, Lasarte, Paredes de Nava y Azcoitía. Al monasterio de la ciudad de Méjico le sucedieron los de Puebla de los Angeles, Tijuana y Tecate.Y recientemente se fundaron los monasterios de Ciudad Bolívar(Venezuela) y el de Perú. Los monasterios de la rama hispana en Mejico, y sus fundaciones en Venezuela y Perú no están federados.


 Por último está la llamada rama “rama sueca” o “rama romana”.Una nueva faceta de Santa Brígida la descubre y pone en vigor una compatriota suya, la Madre Elisabetta Hesselblad, nacida en Suecia el 4 de Junio de 1870.


Mientras se encontraba en los Estados Unidos de América trabajando como enfermera, guiada por el Espíritu Santo quiso entrar en la Iglesia Católica, pues era luterana. Después de luchas internas, posición de la familia, guiada por un Padre Jesuita estudió a fondo la religión católica, y en 1902 fue admitida en la Iglesia Católica.

Estaba bastante enferma, sin esperanzas de curación, pero bajo los impulsos del Espíritu Santo acudió a Roma, se postró a los pies de San Pío X, le presentó sus deseos de hacerse con la casa donde había vivido y muerto Santa Brígida, que era un convento de carmelitas polacas. El Secretario de Estado del Santo Padre, el cardenal Merry del Val, pronunció esta frase: “Es la mujer más extraordinaria de Roma”.Se la llamó la segunda Santa Brígida; igual que a Marina de Escobar.
En 1911 renacía la casa y la obra de Santa Brígida en Roma. Tras seis siglos la actividad de Santa Brígida pudo nacer en Roma. En 1923, bajo el impulso de esta mujer vigorosa, la Orden, una vez más, marco una página gloriosa en su historia, cuando después de trescientos años abrió una casa en Djursholm, en las afueras de Estocolmo.


En 1935, incansable Madre Elisabetta condujo un pequeño número de hermanas a una modesta casa surgida a la sombra del gran monasterio de Vadstena, rebosante de vida religiosa hasta el tiempo de la Reforma, y ahora propiedad del Estado.

Mientras Madre Elisabetta vivía, sus hijas se extendieron en tres continentes: Europa, América y Asia. Hoy cuenta con unas 600 religiosas y una cuarentena de casas.

En 1957, en la Casa de Santa Brígida, Piazza Farnese 96, pasó de este mundo al Padre. Sus restos reposan en el claustro de esta casa donde sus hijas pueden todavía comunicarse casi sensiblemente con ella para pedirle consejo y hablarle de sus alegrías y penas. Madre Hesselblad fue beatificada en el año Jubilar 2000. En el año 2005 el “Knesset” de Israel le confirió el reconocimiento de “Justa entre las Naciones”. La rama por ella fundada recibe el<decretum laudis> del Siervo de Dios Pio XII en 1941, y no obstante su estructura de <congregación> centralizada, la superiora general reserva el título de Abadesa <durante munere>, y se le permite a la congregación llamarse<Orden> y ser considerada una rama del tronco prístino de la Orden.


La Unidad es nuestra misión


La unidad, como finalidad específica de la Orden, determina las intenciones de la oración, en particular la comunitaria, y de las obras de penitencia. Con el ofrecimiento total de su vida a Dios, la Orden en sus miembros, esperan contribuir a realizar u obtener:

Reparación por la separación de los pueblos o grupos del único rebaño de Cristo; que finalice la dolorosa división entre cristianos, también porque se presenta como un gravísimo impedimento para la credibilidad del Evangelio, apostolado ecuménico espiritual y material;

Conversión a la verdadera fe de los pueblos y grupos sociales que todavía no son cristianos o están descristianizados;

Incremento y consolidación del sacerdocio ministerial y de la vida consagrada al servicio de la unidad.


Santa Brígida, Patrona de la Unidad

“La urgencia misionera, que iluminó el itinerario de Santa Brígida desde el norte al sur del continente europeo hace de ella un ejemplo a imitar; sobre todo en la obra de la nueva evangelización de Europa. ¡Santa Brígida de Suecia es, en efecto, una santa de dimensiones europeas!” Con estas palabras Juan Pablo II dirigía a las Religiosas Brigidinas su carta apostólica, el 8 de Septiembre de 1991 en ocasión del IV Centenario de la Canonización de la Santa Sueca, que algunos años antes Pablo VI había definido “un firme puente de unión entre Roma y Suecia”.


Brígida es, por tanto, símbolo de la unidad y de la catolicidad de la Iglesia. Vivió en el alto Medioevo (1303-1373) marcado por luchas y divisiones, por interminables guerras fraticidas, por desequilibrios económicos y políticos, por divisiones religiosas y amenazas de cismas en la misma Iglesia Católica.


Por su naturaleza, pero todavía más por su vocación, Brígida fue un espíritu de reconciliación y de paz. Su casa de providencia, su permanencia en el corte real de Suecia como consejera en el gobierno del reino y sus viajes por las varias naciones europeas la familiarizaron con los problemas relacionados con la diplomacia, la política y el gobierno de los pueblos. Lo cual le permitió comprender la situación de Europa y los problemas de la Iglesia, por la cual se prodigó a fin de que el papa dejase Aviñón y volviese a su sede de Roma.

Trabajo incansablemente por la paz en Suecia, en Francia, en Italia y en Inglaterra, desgarradas por facciones, revueltas y guerras. No dudó en recordar los deberes propios a los reyes, jefes políticos, prelados y al propio pueblo. Sería difícil nombrar un lugar en Europa que no haya sentido la influencia de su actividad por la paz temporal y por la reforma religiosa.


Después de más de seis siglos Santa Brígida sigue siendo símbolo de unidad y de comunión y un signo de esperanza.


La Santa se presenta como “profeta de los nuevos tiempos porque, en la encrucijada de los acontecimientos humanos de su tiempo y en el rápido transcurrir de los siglos reclama con fuerza la necesidad de la renovación interior radicándose en los valores permanentes del Evangelio” (Juan Pablo II).

La oración, que con simplicidad manaba de sus labios, la vivió con plenitud:”Oh Dios, muéstrame tus caminos y haz que sea feliz al seguirlos” ¡Pueda hoy todavía esta mujer y esposa y madre, gran mística del norte, indicarnos el verdadero camino a recorrer para acelerar la hora de la unidad!


Compromiso para la unidad


El compromiso por la unidad de los cristianos encuentra constante fundamento en una seria reflexión ecuménica que se materializa en momentos de estudio, seminarios y encuentros en la hospitalidad con finalidades ecuménicas y en el fomento de encuentros de espiritualidad, sobre todo a nivel juvenil.

Con tal finalidad han sido fundados por la Orden, en su rama romana, algunos Centros de espiritualidad y actividad ecuménica en todo el mundo. Estos reciben Encuentros Internacionales de Estudio, Encuentros y Retiros ya sobre la figura y mensaje de Santa Brígida, ya sobre las interesantes perspectivas del diálogo ecuménico e interreligioso entre las diversas Iglesias. Además, en los países en vías de desarrollo (India, México), la Orden conjuga perfectamente la actividad de evangelización con la más exquisita promoción humana sobre todo a favor de las mujeres y de las jóvenes necesitadas. No faltan casos, como en la India, de adopción de poblados enteros, con la finalidad de poner en marcha allí un proceso de desarrollo social, económico, cultural y religioso en el pleno respeto de las tradiciones y costumbres locales. La actividad y hospitalidad en los países occidentales tiene una finalidad primaria el servicio ecuménico y presenta como un ejercicio de exquisita caridad y de calor humano y espiritual para que a todos aquellos que, quizás ricos en bienes materiales, viven en una profunda pobreza interior y están a la búsqueda de nuevos horizontes, les dé sentido a sus vidas.


La llamada de la unidad en el tercer milenio


El siglo XX de la era cristiana, caracterizado por la caída de los muros y de las ideologías, ha quedado fuertemente marcado por muchos conflictos, por dos guerras mundiales, por la terrible bomba atómica. El alba del tercer milenio no puede no recibir el mensaje de Santa Brígida y de Madre Elisabeta: dos mujeres que han dado la vida por la unidad.

El mensaje de Brígida reclama a los responsables de las naciones, a los políticos, a los científicos, a los hombres de cultura y a los eclesiásticos a que piensen en la aventura humana en términos de comunión y de unidad: unidad política, unidad en la colaboración económica y en la división de los bienes, unidad de los creyentes. Unidad como palabra definitiva de la paz entre los pueblos y las naciones. En esta mentalidad que las hijas de Brígida quieren contribuir a crear en el alba del tercer milenio, con el don de su vida y el testimonio de un mensaje evangélico, dirigido sinceramente a todos, referente a la paz.


Contemplación

 “Señor, muéstrame el camino”: camino que el Señor ha trazado como recorrido obligado hacia la unidad y la abnegación de sí y la cruz, como actos sublimes de una pura y gratuita entrega. Por esto el lema brigidino es “Amor meus crucifixus est”: que sintetiza el amor a la humanidad del Verbo que ha consumado su misión en el drama del Calvario. De hecho, como signo definitivo de este “amor crucificado”, las brigidinas sobre el velo negro llevan una corona de tela blanca con cinco signos rojos, en perenne recuerdo de las cinco llagas del Divino Salvador.


El misterio de la Encarnación y de la Redención encuentra admirable expresión en la Eucaristía, cuerpo y sangre de Jesús donados para la plenitud de la comunión de todo el género humano con Dios. La Orden, en todas sus ramas, dedica cada día unas horas a la adoración solemne, personal y comunitaria de Jesús Eucaristía puesto en el altar para que pueda atraerlo todo a sí.

Tarea primordial y de mayor importancia para la Orden es dar gloria a Dios alabando al Señor a través de la sagrada liturgia, fuente y culmen de la vida de la Iglesia. En particular la Liturgia de las Horas encuentra atención a la jornada de la Orden en cuanto marca el tiempo del hombre insertándolo en el tiempo de Dios y hace que toda acción tenga de El su inicio y en El su cumplimiento.

La caridad y la adoración encuentran alimento en la relación cotidiana con la palabra de Dios, según la enseñanza de Santa Brígida que llamaba a las Escrituras “su tesoro más preciado”. Ya que de la lectura y de la meditación de los libros sagrados se puede aprender a amar a Dios y, a través de las palabras de Dios se puede conocer también su pensamiento y su voluntad.

 En el documento “Ut unum sint” el Santo Padre Juan Pablo II menciona el ecumenismo espiritual llevado a cabo por la Orden del Santísimo Salvador de Santa Brígida de Suecia.

 Luego del rico magisterio del Papa Juan Pablo II, el actual Pontífice no ha ido en zaga en resaltar el rol de la mística nórdica, nuestra patrona, ya en el Ángelus del 23 de julio de 2007 desde el Valle de Aosta, día del feliz tránsito de Santa Brígida. Entonces el Papa concluyó su saludo recordando a la santa y encomendándole la paz en el Medio Oriente, ya que su última peregrinación fué a la Tierra Santa.El 27 de octubre de 2010, el Papa dedicó su íntegra catequesis de los miércoles en las audiencias generales a la santa, y destacó especialmente la primer etapa de la vida de Santa Brígida, como esposa y madre de familia, educadora y paradigma en su matrimonio de los esposos cristianos. Recomendamos leer el texto completo en:ZS10102702 - 27-10-2010 -Permalink: http://www.zenit.org/article-37054?l=spanish.








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